Igualdad en las desigualdades
Existen acepciones culturales tan arraigadas en el imaginario colectivo que parecen imposibles de extinguir: el que las mujeres deban casarse para ser completamente felices en la vida; que tengan hijos para ser verdaderamente mujeres; que sean ejemplo de rectitud, ecuanimidad, orden, equidad y hasta bondad; son algunas de ellas. Además de ser injusto con las féminas, la cosa no termina allí, pues hay dentro del devenir histórico patriarcal imposiciones que nos obligan a actuar de forma cruel. Un buen ejemplo es que se tilde de “palomino” o “sometido” a aquel marido que ayuda a su esposa en los quehaceres del hogar. O que se le ponga el remoquete de “perdedor” o “fracasado” al hombre cuya pareja lo abandona por otro. Sí, el panorama no es nada alentador para ninguno de los dos bandos. Y si de igualdad en las desigualdades se trata, pensemos por un momento en lo horrible que se sienten los profesionales (egresados de prestigiosas –y no tanto- universidades nacionales o extranjeras) que l...