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Mostrando entradas de septiembre, 2009

¿Lugar de reposo o de regaño? (II)

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A propósito de bibliotecas ¿Cómo es que los jóvenes empiezan a temerle? Y no me refiero sólo a los que ya por naturaleza o falta de estímulos son unos flojos y todas las actividades que implican leer les parece un verdadero fastidio, sino a los chicos en general…De acuerdo a la experiencia propia –y reconozco que muchos pueden estar pensando que detrás de mis palabras se guarda un deseo reprimido por formar parte de la enorme lista de empleados públicos de este país, y es válido- los bibliotecarios asumen a veces – salvo por supuesto de valiosas excepciones- posiciones de poder y excesivo autoritarismo a la hora de asesorar a los muchachos que se acercan al santuario de la biblioteca en busca de información, ocasionando que éstos desarrollen posiciones autómatas y en el peor de los casos, sentimientos de aberración hacia tales espacios. Espacios por cierto, diseñados no sólo para el uso de los libros como fuentes de sabiduría, sino como medios de placer y disfrute estético. Porque rec

¿Contradictori@ yo?

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En algunas ocasiones, por este mismo medio, he planteado argumentos que han resultado contradictorios, como por ejemplo, cuando les pregunté ¿Por qué se prefiere, antes de ir a dormir, atiborrarse de tele basuras como el reality show “Girls of the Playboy Mansion”? si en realidad, yo he visto ese espacio un par de veces. Podría excusarme diciendo que lo vi para tener conocimiento de causa y poder hacer una crítica mucho más certera, peo es falso! Lo vi –y todavía a veces, cuando no puedo quedarme dormida, enciendo mi tele y me río con las imbecilidades que hacen las rubias y de la decrepitud del tan envidiado Hef- porque entre otras cosas es mi derecho. O en aquella ocasión en que protesté porque históricamente se ha considerado al libro un bien rentable y luego reconocí que aunque el libro no debería verse como un objeto mercantil, los escritores venezolanos no pueden darse el lujo de vivir de él porque entre otras cosas no hay una cultura de consumo de este bien tan preciado. ¿Contra

La voz del pueblo (no) es la voz de Dios

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Dentro de la literatura se aborda mucho lo del adagio criollo “la voz del pueblo es la voz de Dios”. En el cuento “El diente roto” de Pedro Emilio Coll lo repiten hasta el cansancio, y por eso llega Juan Peña al umbral de la muerte con una leyenda a sus espaldas que está muy lejos de ser cierta. También en el aleccionador cuento de José Rafael Pocaterra “La casa de la bruja”, se abusa del poder justificado en esa vieja creencia haciéndose vivo ejemplo de cómo al reproducirse una mentira mil veces termina convirtiéndose en verdad. Si no pensemos por un momento ¿Por qué el pueblo donde vivía la supuesta bruja la ve en los techos? ¿Por qué sus conjeturas se les muestran de manera tan clara que no permite lugar a dudas? Estarán diciéndose, y con justa razón, que eso lo hizo de modo intencional el autor, y es cierto, pero si miramos con ojo crítico no sucede sólo en el terreno de lo ficticio, en los cuentos o leyendas. La realidad está plagada de esta manera de asumir lo que es cierto o no.

Escritoras Andinas

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Si estuviese viva la férrea activista del feminismo de origen francés Simone de Beauvoir, estaría muy orgullosa y satisfecha de lo que ha logrado la mujer de hoy, no sólo desde el punto de vista profesional, pues, son muchas mujeres las que ocupan cargos de gran envergadura actualmente, sino desde lo personal ya que ha podido desprenderse de muchos de los prejuicios sociales que no le permitían desarrollar al máximo su feminidad, sentir que es una mujer en todo el sentido semántico, ontológico y pragmático del término. No obstante lo antes expuesto, aún continúa siendo para las féminas una dura lucha por la igualdad, en especial lo referente a la escritura. Un buen ejemplo es cuando la crítica literaria tilda de “vendedora de libros” a Isabel Allende o considera seudo literatura a la historia del niño mago creada por J.K. Rowling. ¿Serán estas críticas reflejo de la condición desigual de la mujer dentro de una sociedad patriarcal? Caer en viejas, largas y hasta fútiles discusiones sob

¿Evaluadores o des-calificadores?

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En una ocasión, en que se discutía abierta y seriamente, lo muy distintas y complicadas que pueden resultar ciertas profesiones, quien dirigía la actividad señaló que “todos” los trabajos eran igual de difíciles. Apoyaba su convicción con el argumento de que sus padres le habían inculcado desde muy pequeña el valor del esfuerzo por lo que a ella no le parecía para nada sacrificada por ejemplo, la labor de un conductor de autobús. Ahora bien, ¿Pensará lo mismo quien ha tenido que levantarse a las 4:00 a.m. para una extenuante jornada comprendida entre las 5:00 a.m. y las 11:00 p.m.? ¿Será idéntico andar en un carro grande, cómodo y con aire acondicionado, que en un autobús donde hierve de calor, no puede irse al baño cuando se necesite sino cuando se pueda y se debe tolerar toda clase de comportamientos humanos, desde los más insólitos hasta los más despiadados? ¿Será igual un trabajo donde se desatascan cloacas que el de un diputado con tantos privilegios? A todas luces que no, sin em

¿Lugar de reposo o de regaño?

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Las bibliotecas siempre han sido una especie de sitio sagrado, donde la cultura del orden, el silencio y la tranquilidad prevalecen por sobre todas las cosas. No obstante, resultan para muchos jóvenes, espacios que atemorizan y hasta “espantan”. Tal aseveración puede llegar a sonar fuera de proporción, pero en realidad, durante muchos años se le ha brindado al usuario (en especial al pre adolescente) un trato autoritario que no permite que se sienta identificado con esos pasillos repletos de sabiduría. Una vez llegué a presenciar cómo uno de los llamados a atender el recinto de la biblioteca, con entrega y pasión, se “comía” a un niñito que preguntaba por un tema específico para una tarea del liceo. Aquél tono feroz de ese bibliotecario poco identificado con su noble labor, no pudo menos que dibujar en el rostro del pequeño, un deseo enorme por salir corriendo de ese horrendo lugar. Cabe preguntarnos entonces ¿Acaso no existe un código ético para los bibliotecarios? Si bien no es un n

Literatura ¿versus? Historia

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Una mirada fraccionaria a la historia de la América Latina, arrojaría una visión simplista de lo que nos distingue como latinoamericanos. Grupos radicales incluso nos reconocería sólo como víctimas de una masacre y un genocidio durante el periodo de descubrimiento y colonización. Pero, para el autor mexicano Carlos Fuentes, en su ensayo crítico “El espejo enterrado”, el entramado histórico que rodea la formación cultural de los latinoamericanos es mucho más rico y amplio. Es, de acuerdo a su mirada profunda y objetiva, una exquisita herencia que nos distingue y nos hace por tanto, diversos, variados, heterogéneos, pluriculturales y multiétnicos. Desde esa perspectiva, nos pasea por los periodos históricos más significativos de ambas culturas, empleando para ello fuentes tan diversas como interesantes: música, pintura, escultura, poesía, narrativa, demostrando que somos mucho más que un producto del choque cultural entre indígenas originarios y europeos, sino más bien fruto de una mezc

Perder una batalla no es perder la guerra (II)

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La vez pasada dejé en el aire la pregunta: ¿Quién dijo que perder una batalla es perder la guerra? refiriéndome a la forma en cómo a veces debemos ceder para conseguir más. Ese es el caso de la promoción de lectura en niños y adolescentes, éstos tienen una particular forma de ver la vida que no tiene por qué ser cómo nosotros la vemos y por ende, que nos obliga sin remedio a aproximarnos a sus gustos e inclinaciones, trabajar en su terreno. Si el asunto es que lean más, vuelve a aparecer ¿Qué lean más qué? Los clásicos de Don Quijote o La Iliada? La tradicional e inocente Caperucita de los Hermanos Grimm o la bandida y malvada niña de capucha roja que de modo genial creó el colombiano Triunfo Arciniegas? Sin duda, siempre será una decisión de los padres o de los docentes, por lo que éstos deben considerar cuál es el más apropiado en cada caso. En éstos reside la audacia para determinar con qué obras enganchar a los muchachos, sacarlos de ese limbo en que los tiene la televisión, los vi

Perder una batalla no es perder la guerra (I)

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Uno de nuestros deberes como padres y por tanto, como docentes, es fomentar la lectura espontánea, es decir, que sea el propio muchacho quien decida qué leer. Por eso, las alternativas deben ser siempre amplias y ajustadas a los gustos de ellos. Pero claro ¿Cómo calar en el gusto de un público que no hace sino ver Mtv o VH1? ¿Cómo convencerlos que en un libro hay mayor aventura, suspenso, acción o drama que en el Cyber o en la Disco?...Una vez, tratando de leerles un poema a mis alumnos de cuarto año, encon tré a una de las estudiantes concentradísima leyendo una revista juvenil. Estando la muchachita ubicada al final del aula, era casi imposible que yo la descubriera, pero como vieja costumbre mía al leerle a una audiencia tan exigente como los muchachos de hoy día, a los cuales cualquier cosa que no sea oír música, chatear o rumbear les parece aburrida, me paseo por las filas vigilando que al menos hagan como que me escuchan. Al estar frente a ella, detuve mi lectura y le dije: Ámbar

¿Relax, morbo ocuriosidad?

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Todas las actividades que hacemos a diario obedecen a una rutinaria forma de vida. En ella, se pueden incluir las acciones más agotadoras y extenuantes, por ejemplo, levantarnos a las cuatro de la mañana para adelantar el almuerzo, hacer el desayuno, bañarnos y si alcanza el tiempo salir decentemente vestidos al trabajo. También las más increíbles e inimaginables, como sentarnos dos horas a ver cómo se vuela los dientes un joven de apenas quince años o se le riegan los sesos en plena calle al caer de una bicicleta; cómo una grupo de competidores se turnan para beberse una apetitosa merengada de gusanos; o unas espectaculares rubias –y que- tontas compartiendo al más suertudo de todos los hombres del planeta mientras dicen y hacen las cosas más estúpidas, entre otros tantos tele (basura) show que inundan la programación actual. Los productores de los famosos REALITY aludirán: eso es lo que a la gente le gusta ver y tienen hasta cierto punto razón, pues, un arduo día de trabajo, tráfico

DE REOJO

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Una vez se me dio por decir, en medio de una clase de Literatura Infantil, que el venezolano promedio NO le gustaba leer. Lo dije con seguridad, con una autoridad que nadie me había conferido pero que necesitaba de manera urgente para primero, quedar bien ante mi docente, a la que por cierto se le conocía como una de las mejores de la Universidad, y segundo, para alimentar un falso ego que no me cabía en el pecho para ese entonces. La gracia me salió cara, porque ante el inminente desliz, la profesora no dudó en aclarar ante la mirada impávida de todos mis compañeros y con un tono bastante particular que los Venezolanos SÍ leemos!, no necesariamente literatura, pero leemos. Hoy día, años después de ese pequeñísimo traspié, reconozco que mi profe tenía razón: el venezolano promedio lee a diario la(s) telenovela(s), el chisme que está en boga de todos, las páginas del periódico, en especial las de sucesos, tan coloridas como es posible, los correos electrónicos (incluyendo las fastidiosa

Perfil

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Nacida en San Cristóbal, Estado Táchira en 1977. Licenciada en Educación Básica Integral en la ULA- Táchira (2007). Ha recibido Mención Honorífica en el I Concurso Nacional de Cuento para jóvenes autores, patrocinado por la Policlínica Metropolitana (Caracas, 2005) por “Camino a Las Parras”. Fue finalista en el I Concurso Internacional de Cuento Corto Álvaro Cepeda Samudio (Bucaramanga, 2005) por el cuento “Aventureros”. Premio Mayor de las Artes y de las Letras (Caracas, 2006) por el libro “Cuentos de caminos” con edición en la Colección Cada día un libro. Forma parte de la compilación “La ciudad en la niebla. Nuevas voces de la narrativa tachirense”. Tiene escrita una novela titulada “La coraza de las Rosas”, el poemario “El aroma de la soledad” y los libros “Thanatos Agency y otros cuentos insensatos” y “Versiones”, totalmente inéditos. Ha hecho vida cultural en el grupo ULARTE y en las Peñas Literarias Manuel Felipe Rugeles y José Ignacio Ramírez, siendo de esta última una de