El anillo (primera parte)

Continuando con la dinámica de violencia contra la mujer, y a propósito de que se acerca el Día Internacional de la Mujer, quiero vincular esta realidad avasallante con la literatura, en aras de demostrar que aunque ésta última no tiene en sí misma la obligación de mostrarnos verdades absolutas, permite representar la condición humana en su máxima esencia.
El cuento de la ecuatoriana Eugenia Viteri "El anillo", perteneciente al libro Cuentos de Mujer (2007), ofrece una panorámica controversial del tema de la violencia doméstica, tanto en su país de origen como en cualquier localidad de Latinoamérica.
Si bien, el cuento se centra en una playa de esa nación, con unas características particulares que ubican al lector en un espacio geográfico determinado, es innegable que la temática así como el lenguaje empleado le confieren un carácter universal. La historia se inicia con el paseo dominical de Teresa por la playa, en busca de objetos que dejan los turistas y que se convierten en un aporte para su esposo en los gastos del hogar. Cada cosita que consiga, por muy simple que ésta parezca, puede servir de contribución a la precariedad económica de su morada. Sin esperárselo, se consigue un anillo el cual decide no entregar a su marido, de modo que a escondidas se lo coloca y admira su mano engalanada por esos brillantes que la hacen imaginarse a la dueña, colmada de lujos y sin ninguna clase de privación. Finalmente, días después del gran hallazgo, el esposo llega más temprano que de costumbre y la consigue luciendo el objeto guardado con tanto recelo, le increpa sugiriéndole que si se lo robó, ésta le responde que no, que se lo regalaron, tomando el riesgo con ello, de que su esposo, de actitud habitualmente violenta, estalle en cólera y la golpee más de lo normal, pero para sorpresa del lector éste reacciona ante las palabras de Teresa con sumisión y le implora de rodillas que no lo abandone.
"El anillo" viene a representar entonces una figurada liberación: primero de las garras de un esposo abusivo, y luego del infierno de la pobreza. Aunque el cuento no da suficientes detalles sobre el estrato económico de la pareja, se infiere que sus recursos son muy limitados: "Paseaba para él, porque la caza de objetos perdidos era para contribuir a la subsistencia común, para "ayudarlo" como ella dijera al ver que su salario era insuficiente." (VVAA, 2007:11).
Permite deducir además, que el nivel cultural que los rodea es muy atrasado y la visión que se tiene sobre el papel de la mujer es en extremo retrograda. Eugenia Viteri nos permite vislumbrar hasta dónde se ha dejado vejar la protagonista de su cuento: "Cuando él le pegaba -casi diariamente- ella sufría y esperaba la recompensa de unas caricias rudas. Al fin y al cabo era su marido..." (12).
En la frase "Al fin y al cabo era su marido" se concentra toda una cultura de dominación que ha reinado históricamente sobre la mujer. Simone De Beauvoir considera que esa visión, que de manera simplista podríamos tildar de "masoquista", en realidad es producto, entre otros factores, de una concepción cultural: "La educación recibida generación tras generación de madres a hijas, de la sociedad, de los mismos educadores, transmiten ciertas expectativas e ideas de lo que se espera del "ser mujer". La mujer debe ser según los antiguos patrones sociales: casera, sometida, dependiente, pasiva, reservada, delicada, frágil, y ejercer profesiones femeninas". (De Beauvoir, 1954: 54). Por tanto, ese sometimiento que vive Teresa, aunque varíe de una mujer a otra, permanece en el imaginario cultural por ser parte de una tradición difícil de romper.
[CONTINUARÁ]

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