Escritoras Andinas

Si estuviese viva la férrea activista del feminismo de origen francés Simone de Beauvoir, estaría muy orgullosa y satisfecha de lo que ha logrado la mujer de hoy, no sólo desde el punto de vista profesional, pues, son muchas mujeres las que ocupan cargos de gran envergadura actualmente, sino desde lo personal ya que ha podido desprenderse de muchos de los prejuicios sociales que no le permitían desarrollar al máximo su feminidad, sentir que es una mujer en todo el sentido semántico, ontológico y pragmático del término. No obstante lo antes expuesto, aún continúa siendo para las féminas una dura lucha por la igualdad, en especial lo referente a la escritura. Un buen ejemplo es cuando la crítica literaria tilda de “vendedora de libros” a Isabel Allende o considera seudo literatura a la historia del niño mago creada por J.K. Rowling. ¿Serán estas críticas reflejo de la condición desigual de la mujer dentro de una sociedad patriarcal? Caer en viejas, largas y hasta fútiles discusiones sobre la lucha de géneros no resuelve el problema –ni es la intención de estas líneas- más bien colocar en el tapete una problemática que afecta a todas las decididas a producir literatura a pesar de las limitaciones. Si bien la crítica es una de ellas, la que más cala en el interior de una escritora es el rechazo de las propias mujeres. (Sí, ya sé, parece contradictorio). Me explico: Si ya de por sí es complicado narrar o poetizar dentro de un mundo reinado por los hombres, imagínense el reto que representa la búsqueda de otros con quien compartir intereses narrativos y poéticos (estilos, técnicas, novedades, etc.) A los escritores se les hace mucho más sencillo pues van a tertulias, se dedican a la bohemia, tienen sus grupo de amigos, etc. Pero para nosotras la cosa se nos pone cuesta arriba porque no hay sino contaditas mujeres que andan por el universo de las letras. Se estarán diciendo –y con justa razón- ¿Pero si tenemos a Ana teresa Torres, Krina Ver, Laura Antillano, Adriana Villanueva, Milagros Socorro…Sí, las tenemos, pero todas en Caracas, Valencia o Maracaibo, en el centro del país, alejadas de Los Andes. Entonces ¿Cómo se reúne una tachirense, merideña o trujillana con Torres y le habla con camaradería, le pide que le lea uno de sus borradores o le dé un consejo para terminar de cuadrar una idea? ¿Cómo se sienta una andina con Antillano a tomar un café y le trata de "Epa Laura" con aquella confianza que genera la verdadera amistad? ¿Cómo, si en estos predios los pocos escritores conocidos son hombres? La solución a todas luces es andar con ellos! Reunirse con ellos! Preguntar, “cansonear” y hasta “ladillar” a ellos!!! No hay otra vía, porque ni de “vainitas” vamos a alejarnos de la escritura (primero porque es un terreno ganado a pulso y segundo porque no sería justo habiendo tanto talento regado por todos los rincones de nuestro país). Nos toca unirnos a las tertulias, conocer la vida bohemia, compartir! Queda una lucha aún más intrincada: enfrentar la censura de la sociedad que cree que por andar con los poetas y los narradores, llamarlos, pedirles consejo, atosigarlos con las inquietudes propias del quehacer literario se está coqueteando fría y calculadamente. ¿Será que no termina de aceptarse socialmente que el acto creador no está vedado a las mujeres? ¿Será que la lucha de géneros es en el fondo entre mujeres? O ¿En definitivo la amistad entre hombres y mujeres no existe? Buenas preguntas, sobre todo para las esposas celosas que no entienden que hacen sus maridos reuniéndose a discutir temas literarios con mujeres.
ULA-Táchira (soryady1@yahoo.es)





















































































































































































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