¿Los libros una necesidad vital?

Dentro del limitado presupuesto familiar se incluyen desde los productos más primordiales como jabón para fregar los platos, hasta los más estrambóticos como un spray que promete acabar con los ácaros escondidos en nuestras almohadas. Lamentablemente, éste (salvo las valiosas excepciones) no incluye a los libros en sus largas listas de artículos infaltables dentro de nuestro hogar. Es como si éstos no ocuparan un sitial de honor dentro de nuestras necesidades primigenias. Un querido profesor de pre grado bromeaba el otro día, sobre los hechos acaecidos durante los “saqueos” del histórico veintisiete de febrero, en los cuales, para asombro de todos nosotros, y para risa de otros muchos, no se perdonaron carnicerías, abastos, distribuidoras de artefactos electrodomésticos, mueblerías, panaderías…(Uff! Quizás todo lo que termine en “ía” que tenga venta de víveres y enseres), pero se dejaron INTACTAS y por completo abandonadas a las “LIBRERÍAS”. Según él, en la ciudad capital podía verse procesiones enteras de gente cargando carne, televisores, lámparas y hasta cuadros, pero a ninguno con un librito o diccionario. Los atlas, biografías, novelas históricas, clásicos literarios, libros de cocina, manuales de electrónica o electricidad, leyes, reglamentos, guías turísticas, cuentos infantiles, enciclopedias y hasta pasatiempos, se quedaron esperando íngrimos y con caras tristes por un venezolano amante de las letras y el conocimiento, que los llevara a su hogar y los convirtiera en letra viva, que dejaran de ser negro sobre blanco. ¿Será que la erudición es una práctica por naturaleza “elitesca”? ¿Será que el estudio y la investigación pertenecen al terreno único y exclusivo de unos pocos? Con el incremento de las matrículas de estudiantes y siendo por supuesto en extremo optimistas, pudiera pensarse que de repetirse (Dios no lo quiera como diría mi abuelita) un episodio similar, los dueños de las principales librerías tendrán que prepararse, pues, la ola de intelectuales, estudiantes, investigadores y amantes del conocimiento, sacudirán sus espacios para llenar las alacenas de sus casas con todo ese arsenal de sabiduría. ¿O no?...Pensándolo bien, es difícil imaginar (y que dolor me da reconocerlo) que al venezolano de a pie, en momentos de caos (si no es que en todos), le interese apropiarse del libro. Pareciera que él no ha podido formar parte integral del ciudadano por más de su comprobada importancia dentro del desarrollo de los pueblos. Falta entonces preguntarnos ¿Qué se requiere para que el individuo reconozca la importancia que tiene el libro en su desarrollo personal y profesional? ¿Para que empiece a incluirlo dentro de su lista de artículos imprescindibles? ¿Para que convierta esas páginas en letra viva y dejen de ser negro sobre blanco? Buena pregunta!
ULA-Táchira
(soryady1@yahoo.es)

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