¿Vampiros pasados de moda? Jamás!!!!!

La temática vampiresca no pasa de moda. Contradictoriamente a lo que pudieran opinar muchos críticos literarios, los escritos que giran en torno a lo desconocido, a lo terrorífico del vampiro, continúan siendo un inagotado terreno para el público lector. Mientras nos devanamos los sesos por encontrar tramas innovadoras, las más clásicas como el hombrecillo que bebe sangre en busca de la eterna juventud, sigue gozando del atractivo de hace siglos. Un ejemplo clave es la cotizada producción literaria “Crepúsculo” (considerada por muchos expertos como seudo literatura), que aparte de haber sido recibida por millones de lectores en todo el mundo, desafía todos los pronósticos sobre la apatía de los jóvenes hacia el acto de leer, pues, tiene nada más y nada menos que OCHOCIENTAS PÁGINAS, las cuales son devoradas con el más intricado placer, demostrando que el morbo experimentado hacia el “chupasangre” sigue siendo el mismo, aún en las generaciones más recientes y que la apatía hacia la lectura no radica necesariamente en la cantidad de páginas que tenga la obra. Otro ejemplo, aún más cercano, pero de semejante aceptación, es “Un vampiro en Maracaibo” del venezolano Norberto José Olivar, que no sólo aprovecha este retorno a la presencia del mal, sino que permite corroborar lo mucho que continúa en el imaginario popular el miedo a lo desconocido, el temor a lo macabro. Cualquier crimen poco común puede terminar siendo adjudicado a fuerzas sobrenaturales con la misma contundencia de hace siglos, pues, el ciudadano común (aún el más pintado como quien dice) cuando se encuentra ante lo físicamente imposible de explicar, prefiere optar por los razonamientos faltos de credibilidad científica pero hartos de convicción popular. Con esta supuesta sencillez aborda Olivar el intrincado mundo de lo desconocido en su novela y nos devela cuán encantador resulta todavía el miedo a los vampiros. Por eso a lo mejor, es oportuno preguntarnos ¿Por qué atosigamos a nuestros jóvenes estudiantes con novelas que no les despiertan ningún interés, ningún placer? ¿Por qué no permitimos que saboreen el goce del morbo con novelas como la propuesta por el marabino? Estarán diciéndose, y como siempre con justa razón, que eso no lo determina con tanta facilidad el docente, pues, hay unos programas educativos que cumplir, que llevar a cabo y que terminan convirtiéndose en una especie de camisa de fuerza para el profesor, no obstante, es bueno al menos intentarlo ¿Verdad? Porque sin duda todavía hay algo peor que seguir ofreciendo las mismas obras a los muchachos por requerimientos de los órganos rectores de la educación venezolana: no conocer más opciones. ¿Cuántos educadores no dejan de llevar a sus aulas historias innovadoras, retadoras, interesantes, capaces de motivar el gusto por leer y por ende, formadoras de lectores autónomos, porque se han acostumbrado a las que durante años han aplicado y no ven la necesidad de emplear otras? ¿Cuántos años hemos asignado el mismo libro? ¿No nos estará alejando esa conducta de la esencia de educar y nos está convirtiendo en “dadores de clase”? Buenas preguntas! En especial para quienes aman “Doña Bárbara” no por considerarla la novela emblemática de Venezuela sino porque durante mucho tiempo no han leído otra con que establecer comparación.
ULA-Táchira
soryady1@yahoo.es

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