Una celebración con sabor agridulce

Cuando me enteré de que recibiría una mención honorífica en un Concurso Nacional de Cuentos, estaba en un Cyber; comencé a pregar gritos como una loca y corrí a alquilar un celular (porque siempre ando des-saldada) y llamé a mi amigo Moisés Cárdenas. Le di, con lágrimas a granel, la noticia, y asumí con ello que era el día más feliz de mi vida. Ese mismo año (2005) me di cuenta que había quedado finalista en uno internacional y volví a experimentar esa sensación de dicha que seguro vivió Verushka Ramírez cuando ganó el Miss Venezuela o Esthefanía Fernández al hacerle el sueño realidad al Zar de la belleza. Al año siguiente, fue mi querido amigo David Colina Gómez quien me dio el notición de haber quedado dentro de los ganadores del Certamen Mayor de las Artes y de las Letras. Nuevamente me encontraba sola y sin nadie con quien celebrar mi regocijo (pues estaba en horario de trabajo y no podía ni pegar brincos, ni llorar y mucho menos abrazar a David), así que me encerré en el baño de la librería donde ejercía mi noble labor y celebré mi suerte. Pensé de nuevo que ese era el día más feliz.
Pero no lo fue, este año también fui galardonada -gracias a Dios todopoderoso y el escuadrón de amigos que me toleran y me ayudan con esto tan complicado que es escribir- en el I Concurso Nacional "Historias de Barrio Adentro". El listado salió en Febrero y brinqué de una pata y sentí tanta alegría como si fuera la primera vez. Como la dicha nunca es completa, me enteré pocos meses después que mi edición estaría a cargo del Sistema regional de Imprentas, o sea, de Chucho y su equipo. La alegría se convirtió entonces en incertidumbre y hasta cierto punto indignación. Se estarán preguntando -y como siempre con justa razón- ¿Por qué?. Pues bien, es sencillo: porque Chucho tiene demasiado trabajo para dedicarle el tiempo y esfuerzo que yo espero -supongo que todo artista- para mi libro. Efectivamente, la alegría se tornó en un sabor agridulce cuando todas mis reservas ante el hecho de que fuese este Sr. quien se encargara de la edición, publicación y difusión de mi obra, se convirtieron en realidad. De hecho, mis dudas y temores se quedaron pequeños para la cantidad de HORRORES con los que salió mi segunda producción literaria. Sin autorización expresa del autor -o sea mía- se modificaron los textos que componen "Thanatos Agency y otros cuentos insensatos". En el afán de reducir un texto compuesto por 104 páginas y llevarlo a 77, se unieron los párrafos, se eliminaron las respectivas sangrías y se mezclaron las cursivas, lo que me resta notablemente competencias como narradora y pone en tela de juicio mi capacidad creativa. Como si fuera poco, el último cuento titulado "El olor de las flores de papel", cuya columna vertebral era los diálogos, fue llevado a la total incomprensión con esa arbitrariedad de andar apiñando los párrafos. Tendría que serse un verdadero adivino para enterderlo.
Ante este hecho, me ha sido necesario presentar una queja formal al Presidente de la Fundación Editorial El perro y la rana -que seguro hará caso omiso de mi INCONFORMIDAD- PARA SENTAR UN PRECEDENTE y elevar una voz en contra de aquellos que creen que por desarrollar una labor pública debemos de vivirles agradecidos. No quiero ni pensar lo que dirían los miembros de la comunidad académica en la que me desenvuelvo -incluyendo cólegas, amigos y alumnos- si tuvieran en sus manos un ejemplar, pues mi reputación, con esta horrorosa edición, deja mucho que desear de mis capacidades intelectuales así como de mi rol como enseñante de la lengua y de sus respectivos aspectos formales.
Ojalá nunca tenga que volver a vivir una celebración tan agridulce. Por eso cabe preguntarnos ¿Será que debemos agradecer que al menos se hagan los esfuerzos sin importar si quedan bien o no? ¿Será que nuestro deber como ganadores es el de resignarnos a que nos ofrecieron una edición y una edición nos dieron, aún cuando no cumpla con los requisitos estéticos y literarios con los cuales fueron concebidos? Buenas preguntas!!!!!!

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