Esperando
A mi entrañable amigo
Jorge Gómez Jiménez,
por tender una mano a los
escritores de provincia.
I
SUS
NEGRAS MANOS la acarician desbaratándola en un sudor imposible de disimular. La
percibe tan fría que la vuelve a acariciar una y otra vez hasta calentarla,
hasta hacerla sudar mucho más. La percibe burbujeante. Se desprenden —ante
semejante estímulo— unas gotitas envueltas en una aureola inconfundible de inocencia
y ternura. Sin proponérselo, logra hacerla estallar en pompas que emergen con
suavidad.
Las
manos cautelosas vuelven a recorrerla logrando que la sensación de cosquilleo
parezca dormitarse. El burbujeo cesa y el sudor se vuelve incontenible; humedece
no sólo los dedos invasores, sino la palma de la mano entera.
Sus
negras manos la acarician hasta que —sin querer— la calienta por completo.
II
A
lo lejos, el barman observa a la dama toquetear —con notable gesto de
resignación— la copa de champaña. Se pregunta << ¿Por cuánto tiempo más
lo hará?, si esa persona a la que espera noche a noche —desde hace años— seguro
nunca ha de llegar. >>
FIN
Del libro inédito Aquella
vieja canción
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