La osadía del lenguaje como instrumento de rebelación en No te ama de Camila Gutiérrez
La novela No te ama (2015) trata sobre la confusión de una joven cercana a los
treinta que después de haber compartido tres años de su vida con otra chica,
comienza una relación heterosexual. Esta confusión tan cargada de sexualidad es
la excusa perfecta para que Gutiérrez se arriesgue a emplear un lenguaje soez
que resulta bastante osado para una sociedad como la chilena.
Partamos de la premisa de que
Chile atravesó por una cruenta dictadura que la marcó para siempre al punto de
que casi treinta años después sus habitantes mantienen un apego al orden que
trasciende a los planos íntimos, familiares y comunitarios. Las ciudades,
aunque con sus signos particulares característicos, conservan una idea del
orden. De hecho, la reciente y pujante migración al país austral se debe en
parte a la garantía de “seguridad y paz social” que ha mostrado durante décadas,
lo que lo convierte en el lugar ideal para establecerse, formar hogar, crecer y
prosperar.
En ese contexto, y sin negar las
protestas estudiantiles de 2010, la sociedad chilena se ha mantenido fiel a esa
idea de pulcritud, rectitud y acatamiento de las normas establecidas. Las escasas
muestras de descontento dan fe de ello. Las letras no dejan de estar afectadas
por esta situación y representan por tanto un terreno que demuestra la
necesidad de conservarse así.
En el caso específico de Camila
Gutiérrez en No te ama, se
contraviene ese orden y el lenguaje soez se convierte en un mecanismo que proteste
contra esa paz establecida. Además, conociendo los mecanismos de exclusión a
los que está sometida Latinoamérica en materia de producciones literarias de
vanguardia dado que los ejes que imponen textos y autores siempre son la tríada
México-España-Argentina, era preciso si Gutiérrez quería entrar al mercado
literario mostrarse osada.
En esa misma línea, los rasgos
que definen a la literatura chilena a través de la historia es su permanente
apego a la europeización. Es decir, para que los textos formen parte del canon “deben
conservar los rasgos característicos y estilísticos europeos” (Carrasco, 2005).
Por ello precisamente, Gutiérrez es tan sagaz y arriesgada. Criada en una
familia evangélica súper conservadora cuyos comportamientos eran en extremo
apegados a las normas del buen vivir, Camila Gutiérrez consigue en sus escritos
rebelarse a esas reglas y órdenes pre-establecidas.
Encima, se atreve a intentar
imitar el ritmo propio de las redes sociales. Es decir, la brevedad, rapidez, sin
sentido, ridiculez y hasta paranoia característicos de las comunicaciones
cibernáuticas. El lenguaje es así, una herramienta de protesta contra ese canon
que insiste en mantener en el margen a quienes no continúen con las formas
sacralizadoras de la tradición. Que persiste en premiar y reconocer a las
plumas que se apeguen a las fórmulas respetadas históricamente, en especial a
las fórmulas convencionales lingüísticas que sacrifican por ende la riqueza de
los dialectos regionales.
En ese sentido, Camila se propone
rescatar los modismos que imperan en la Chile actual y traer a discusión cuán
empleados están en la cotidianidad. Rebelarse al canon a través del lenguaje
soez es la vía más expedita de Gutiérrez para construir esta historia tan
actual, con un conflicto tan contemporáneo y retratar a una sociedad a la que
de pronto no le gusta tanto el orden y la paz.
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