Un Castillo sin cordura

Cuando llegó la Navidad le pedí a mi sobrinita que me regalara uno de los dos títulos que más me promocionaban en Instagram y que según las reseñas se habían convertido rápidamente en Best Sellers. Su autor, Javier Castillo, era considerado el Stephen King español por lo que "Misery" y "La milla verde" vinieron de inmediato a mi mente y me dije: con esto es que quiero cerrar el 2020.

Mi sobrina y su esposo no solo me hicieron feliz al aceptar mi propuesta de cambiar cualquier regalo estrambótico por novelas, sino que en vez de escoger entre "El día que se perdió la cordura" y "La chica de nieve" me compraron ambas y antes de viajar a su casa a celebrar las fiestas estaban en mis manos las más de mil páginas que debía leer.

Comencé pues por la última y no por la primera como se suponía debía. Me arriesgué por "La chica de nieve" porque quería saborear la novedad; ser parte de esa inmensa oleada de seguidores de Castillo (y no solo por redes sociales). (Vamos, que el tío es una belleza y tiene una familia de ensueño: claro que le pedí la amistad por Instagram, faltaba más).

Bien, confieso que terminé de leer "La chica de nieve" en día y medio y eso porque hice pausas y me distraje por ejemplo comiendo o durmiendo. Comencé a debatir entre si hubiese sido preferible pedirles de Navidad un sostén o subir mis novelas inéditas a Amazon pues Castillo se volvió más famoso que Pinocho (diría Forrest Gump) a través de la gigante plataforma digital y mucho antes de conseguir una editorial que se arriesgara por él. Y es que apenas se me apareció el primer "le dolió en el alma" quise abandonarla, pero cuando ya había leído por lo menos cincuenta frases comunes de ese tipo me rendí y dije: terminemos esta vaina, total, por lo menos sabré en qué termina.



Bueno, al fin la terminé. No supe cómo calificarla y decidir si leía la otra o no. En todo caso, me había entretenido lo suficiente para terminarla por lo que debía concederle algún mérito. Debo confesar que las veces en que intenté dejarla botada me animaban Booktubers como "El librero de Valentina" cuyos comentarios rayaban casi en una porra de película norteamericana con cheerleader y pompones incluidos.

Hice una larga pausa todo enero y me lancé al Castillo de nuevo ahora en febrero. Y sí, como se lo imaginan "El día que se perdió la cordura" fue peor. Los lugares comunes no aparecieron de modo tan reiterado como en La chica de nieve, pero las inconsistencias en la trama fueron prácticamente infantiles. Hay cosas que pasan en las que me pregunté ¿será que fue magia? En serio es un insulto a nuestra inteligencia, en especial porque esta novela está en negociaciones para convertirla en serie, lo cual nos pone en la diatriba ¿será que es tan buena que yo no la entiendo o tan mala que debe llegar a las masas como otro producto mediocre más? Eso sí; exijo un equipo de guionistas capaces de enmendar los entuertos del texto original.


Puedo concluir por tanto que hay unas máximas para este amargo pasaje:

1-. La publicidad vale verga, pero en el terreno literario vale más verga aún.

2-. Si no conoces a un autor compra una obra primero y luego decide si inviertes tu plata y tu tiempo en el resto de sus obras.

3-. De los malos libros también se aprende, pero por Dios Santísimo no era necesario que aprendiera tanto de un solo mamonazo.

4-. Los editores dejaron su esencia y se convirtieron en mercachifles.

5-. A veces es preferible un regalo banal que te ayudará en tus quehaceres (como un florero o un labial) que un libro mal escrito.


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