Del clásico romance navideño ligero a dramones magistrales

Alerta spoilers encendida.

La tendencia a ver historias pegachentas en Navidad se mantiene. Al menos a mí me encantan. En estas pasadas fiestas alcancé a ver Un castillo para Navidad y Soltero hasta Navidad, ambas en Netflix. De la primera puedo decir que es predecible hasta el hartazgo, pero igual disfrutable y aunque cae en clichés respecto a los escoceses que a la larga pueden llegar a resultar ofensivos, termina cumpliendo con su objetivo de entretener de manera ligera. 



De la segunda, considero que también es bastante predecible, pero al igual que la película de Brooke, logra entretener y rescatar ese "espíritu navideño" que nos han sembrado los gringos en el cual todo es bello, iluminado, abundante, posible y hasta irreal. Me divertí mucho porque juega con las mismas armas de una comedia romántica heterosexual: un par de roomates que llevan años siendo confidentes deciden fingir ante la familia de uno de ellos que se empataron para finalmente darse cuenta de que están enamorados y son el uno para el otro.



Luego de esa alta dosis de empalagosos encuentros amorosos, aparecieron para borrar todo atisbo de melcocha, historias conmovedoras, potentes, auténticas, pero sobre todo controversiales que han despertado toda clase de discusiones morales, éticas y hasta religiosas.

En ese sentido, La hija oscura, basada en la novela de Elena Ferrante, pone sobre el tapete una temática bastante compleja: el estereotipo de madre que se ha difundido y establecido por siglos. Aquel en que el sacrificio y abnegación prevalecen. En esta historia, protagonizada magníficamente por Olivia Colman, se nos permite reconocer que la maternidad es una tarea agobiante, lo cual puede llegar a desesperarnos y desear volver a gozar de la libertad anterior a ella. 

A partir de las reminiscencias de nuestra protagonista, podemos ser testigos de cómo aquella construcción idílica sobre ser madre es apenas parte de lo que en realidad semejante responsabilidad conlleva. Así como cuántas de nuestras aspiraciones y deseos se pueden llegar a ver frustrados si nuestro entorno no nos apoya en la titánica labor.


Lo que más me gustó de este film es que el personaje principal no está planteado desde la heroicidad, por el contrario, es el perfecto reflejo del embutido de ángel y demonio del que hablaba Nicanor Parra, con luces y sombras que nos recuerda lo endeble que es nuestra Humanidad.

También llegó con fuerza El poder del perro cuya premisa pareciera ser mantener el suspenso durante toda la película para sorprendernos con uno de los finales más brillantes de los últimos años. Uno que queda revoloteando en nuestras cabezas por horas e incluso días. Encima, la actuación de Cumberbatch es simplemente magistral y de seguro le valdrá muchas nominaciones en importantes premiaciones. Y es que claro, viniendo de una directora como Jane Campion, quien otrora nos regalara la magnífica The piano, no era para menos hallar en esta historia la belleza de lo cruel, la violencia en la quietud y la redención en lo perverso.



Si aún no las han visto: vayan, seguro la pasan bien.

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