Liberación
Antes, su pene en estado de erección
emitía chorros y chorros de semen espeso y caliente como si tuviese una fuente
alterna que lo proveyera a su antojo. Ahora, expulsa un líquido sanguinolento
que le provoca un llanto ahogado. Antes, la eyaculación salía disparada en el
marco de un fondo musical que a ratos llegaba a confundir con el relinchar de
un caballo. Yo solía molestarme un poco. ¿Será que cree que está montando a una
yegua? Pero de inmediato la ira desaparecía y se transformaba en un quieto
resoplo como si en el fondo estuviera agradecida de ser su yegua particular.
Suya. Única. Le pertenecía y con eso era suficiente. En ese entonces yo pensaba
que las erecciones durarían toda una vida y el gozo no tendría fin. Ahora solo
me queda recordar las emociones que aquel miembro erectil me hizo sentir.
Antes,
se quedaba dormido demasiado rápido. No le importaba si yo necesitaba un
abrazo, un cariño, un gesto de complacencia o un reproche por falta de pasión o
exceso de candidez. Ahora le cuesta conciliar el sueño. Ese que yo tanto le
envidiaba. Sus ronquidos, parecidos a un motor a punto de claudicar, me
generaban una sensación que iba con suma facilidad de la furia a la admiración.
Verlo tendido, indefenso, terminaba por enternecerme. Ahora se queja y se queja
de un dolor que no tiene término. Ahora yo le susurro: tranquilo, amor, ya
viene la enfermera, te pondrá un calmante. Él sigue con el quejido mostrando
plena certeza de que no es cierto; de que hace nada le pusieron un calmante y
hace nada que olvidó el significado de la palabra alivio.
Cuando
los quejidos no le son suficientes se levanta (igual o peor de quejumbroso) y
da vueltas a la habitación. Se desespera. Cuántas veces no se dio vueltas por
nuestro lecho llevando triunfante una whisky seco en la mano como parte de un
secreto ritual a la alegría.
Antes,
su sensación de bienestar era tan obvia que la irradiaba a borbotones. Llegó a
ser (y aquí solo cabe esta frase por muy hecha que sea) el alma de las fiestas.
Yo lo veía tan alto, tan guapo, tan inteligente y le daba gracias a Dios por
tenerlo. Ahora no pasa de quejidos y llanto. Cómo me gustaba oirlo reir.
Incluso cuando se le pasaba la mano en los chistes, las burlas o las malas
imitaciones del acento andino mi admiración se hacía perceptible a cuadras de
distancia.
Antes
me enloquecía verle desnudo. Todo su cuerpo resultaba perfecto para mí y mi
privada sensación de plenitud. Llegué a percibirlo como un adonis y hasta en el
tono de voz que empleaba para con él dejaba entrever mi veneración. Ahora es
una especie de adefecio maltrecho gracias a la sangre que se le va por aquel
conducto.
Tienes
una pea del quinto piso, le decía al verlo vomitar y reíamos como
psicóticos ante el desastre. Ahora se vomita y creo vomitarme también. Me ve
con ojos avergonzados e intuyo que lo invade un profundo deseo de desaparecer.
No digo nada y limpio todo con una parsimonia que intenta esconder mi propia
desesperación.
Antes
le sobraban farras con amigos. Los planes para ir a un partido, beber unas curdas,
conversar sobre arquitectura o celebrar cumpleaños, sobraban y la agenda copaba
los cupos con prontitud. Ahora creo que su mundo se redujo a este cuarto, las
enfermeras, los médicos, él y yo. Antes lo amaba hasta los tuétanos; se me
crispaba la piel cuando me decía “negrita” y me reventaba los celos al
imaginarlo con otra. Ahora lo amo mucho más de cualquier lógica y anhelo ser su
cobijo mientras la amargura que se halla instalada en su alma lo devora,
enloquece o libera.
Fin
Caracas, noviembre de 2012
La mezcla perfecta entre erotismo y drama, realmente me impactó, te felicito. Lo único que me deja pensando con algo de preocupación, si solo fue fruto de tu imaginación o fue un experiencia traumática vivida. La verdad tiene una mezcla de metafórica que solo sirve para embellecer un realismo apasionado, que parece de una vivencia real. Éxito en tus aspiraciones. -EF-
ResponderEliminarLa verdad, Elías, es que no me sucedió nada de lo narrado allí, pero no puedo negarte que deja traslucir una pequeña venganza. Es más o menos lo que uno percibe en películas como Django liberado o Bastardos sin gloria...una venganza irreal, utópica, casi que imposible. En todo caso reconozco que me sirvió de catarsis (una de las grandes ventajas de escribir narrativa: te permite liberarte) (por eso quizá el título). Gracias por tu apreciación. Es invaluable. Abrazo.
EliminarPercibo más devoción o compasión que venganza, una expiación sin culpa real. La única liberación real, la muerte, como aquella que liberó a Jesús de su vida terrenal como está escrito en el Evangelio de Judas.
ResponderEliminarJosué
Gracias, Josué, no lo había pensado. Cuídate mucho. Abrazos.
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