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Un remake innecesario, pero valioso

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Desde que vi "Rescatando al soldado Ryan" (1998) y "Dunkerke" (2017) creí que el tema bélico estaba zanjado en mi vida y no habría una película de guerra que pudiera impresionarme otra vez, pero este año Netflix estrenó la película alemana Sin novedad en el frente y quedé tan anonadada como alguna vez lo estuve ante la majestuosidad de las obras de Spielberg y Nolan (respectivamente). A lo mejor estoy llegando tarde y ya todos se deleitaron con todo lo que intento explicar en esta nota, pero creo justo y sobre todo necesario analizar cómo un remake puede llegar a aportar una nueva mirada a una historia conocida y ampliamente premiada. Cómo, si nos abrimos a nuevas versiones de una misma obra, podemos encontrar genialidad, originalidad, grandeza y hasta maestría. Lo primero que debe reconocérsele a esta película es la fidelidad histórica, la cual permite a las nuevas generaciones acercarse a una de las épocas más nefastas de la Humanidad. Dicha fidelidad nos regala u

Lo bello y lo triste: una erótica venganza

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  Llegué a esta novela gracias a un regalo de un buen amigo que además se esmeró en la dedicatoria (una de las mejores que me han hecho, por cierto). Empecé a leerla con entusiasmo, pero lo perdí rápidamente. Las razones son muy variadas: falta de tiempo, una promesa de erotismo que no veía llegar, pero sobre todo porque, sin razón aparente, en mi mente rondaba la pedante idea de que este premio Nobel no se comparaba a sus pares García Márquez o Saramago.     Semejante prejuicio se cayó por completo cuando al fin retomé con el ritmo, interés y objetividad que exigía la obra. Lo bello y lo triste (Yasunari Kawabata, 1965) es una novela sosegada, que te va contando una historia de amor, desamor y venganza a cuentagotas, sin perder por un momento la belleza que de seguro se propuso su autor desde la primera línea.           Si bien el erotismo hallado acá es muy sutil, no deja de ser entrañable. Además, no es el único gancho que emplea el relato; encontramos una narrativa en la que si no

Del clásico romance navideño ligero a dramones magistrales

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Alerta spoilers encendida. La tendencia a ver historias pegachentas en Navidad se mantiene. Al menos a mí me encantan. En estas pasadas fiestas alcancé a ver Un castillo para Navidad y Soltero hasta Navidad , ambas en Netflix. De la primera puedo decir que es predecible hasta el hartazgo, pero igual disfrutable y aunque cae en clichés respecto a los escoceses que a la larga pueden llegar a resultar ofensivos, termina cumpliendo con su objetivo de entretener de manera ligera.  De la segunda, considero que también es bastante predecible, pero al igual que la película de Brooke, logra entretener y rescatar ese "espíritu navideño" que nos han sembrado los gringos en el cual todo es bello, iluminado, abundante, posible y hasta irreal. Me divertí mucho porque juega con las mismas armas de una comedia romántica heterosexual: un par de roomates que llevan años siendo confidentes deciden fingir ante la familia de uno de ellos que se empataron para finalmente darse cuenta de que están

Un Castillo sin cordura

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Cuando llegó la Navidad le pedí a mi sobrinita que me regalara uno de los dos títulos que más me promocionaban en Instagram y que según las reseñas se habían convertido rápidamente en Best Sellers. Su autor, Javier Castillo, era considerado el Stephen King español por lo que "Misery" y "La milla verde" vinieron de inmediato a mi mente y me dije: con esto es que quiero cerrar el 2020. Mi sobrina y su esposo no solo me hicieron feliz al aceptar mi propuesta de cambiar cualquier regalo estrambótico por novelas, sino que en vez de escoger entre "El día que se perdió la cordura" y "La chica de nieve" me compraron ambas y antes de viajar a su casa a celebrar las fiestas estaban en mis manos las más de mil páginas que debía leer. Comencé pues por la última y no por la primera como se suponía debía. Me arriesgué por "La chica de nieve" porque quería saborear la novedad; ser parte de esa inmensa oleada de seguidores de Castillo (y no solo por re

Jojo Rabbit: una delicia

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Advertencia: pueden hallarse spoilers Cuando se anunciaron las películas nominadas a la temporada de premiaciones me llamó la atención de inmediato Jojo Rabbit. No solo porque con ella Scarlett Johansson conseguía -además de deslindarse de su estereotipo de sex symbol- dos nominaciones al Oscar (la primera como Mejor Actriz principal en Historias de un matrimonio (2019) y la segunda precisamente por este film), sino porque siempre me han fascinado las películas cuya visión sea la de un niño. De hecho, una de mis estrategias cuando les leo en voz alta a mis alumnos (incluso los grandulones de séptimo) es emplear historias cuya voz protagonista, tan auténtica y difícil de lograr, sea además de ingeniosa y fiel a sus convicciones: infantil. Lo hace Pedro en La composición (Skármeta, 1998) o Rosaura en La fiesta ajena (Heker, 1991).  Pues bien, la guinda a la torta se la ponía que Jojo tuviese un amigo imaginario, pero no uno cualquiera con quién jugar cuando uno se siente sol

Volver: imposible

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Aunque bien tarde llegué al premiado film Manchester frente al mar , nunca está de más comentar lo mucho que me impresionó esta historia. Partamos por reiterar la magistral actuación del elenco; especialmente el protagonista quien hasta obtuvo un Oscar por su brillante rol. No obstante, creo que lo mejor de esta película lenta, llena de silencios y pausas conmovedoras es la trama, pues por sí misma sobrepasa cualquier deseo de resistirse al dolor. Para Lee es imposible volver a esa localidad pequeña llamada Manchester by the sea, pues hacerlo significa revivir el peor episodio de su vida. Pisar, recorrer, oler, sentir de nuevo aquel océano es ir directo al despeñadero. Pero a esa conclusión no se llega de manera fortuita; tanto el guionista como el director emplearon eficientemente los flash backs para revelar dicho episodio así como los hilos de cada pequeña subtrama. Primero, la enfermedad del hermano de Lee y su (¿repentina?) prematura muerte, que obligará a Lee a retornar

¿Percepción del arte o simplemente gustos?

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Hace pocos días fui a ver una obra de teatro que me dejó los "ojos cuadrados". Salí pensando en si fue una cosa de simple gusto o definitivamente me hacen falta herramientas para percibir el arte; para acceder a él; para degustarlo como a un manjar. Y no es la primera vez que me sucede. Hace ya más de una década me sucedió lo mismo con la ganadora del Oscar Crash. Esta última le arrebató de las manos la preciada estatuilla a la favorita de ese año: Secreto en la montaña . Exceptuando las maravillas de su fotografía (porque de eso no sé nadita), el film sobre un amorío homosexual contenía los elementos necesarios para alzarse con el premio más ansiado de la noche, pero contrario a lo que pensábamos millones de espectadores, se lo terminó llevando una película compleja que he tenido que ver por lo menos cinco veces. Y es que pareciera que tengo una inclinación por los temas fáciles de digerir. Fíjense que con Moonlight me pasó algo similar. La película me pareció